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66th IFLA Council and General 
Conference

Jerusalem, Israel, 13-18 August



Preservacion del pasado para el futuro

Rosa María Fernández de Zamora
Biblioteca Nacional de México

Clara Budnik
Biblioteca Nacional de Chile



Abstract

"...y los tomos que por eras habían dormitado en sus tumbas se despiertan y asombran, y aquellos que yacían ocultos en la obscuridad se bañan en los rayos de una luz insólita" (Philobiblon) 


Paper

América Latina posee un patrimonio bibliográfico y documental rico, variado y extremadamente valioso. Constituye la manifestación de un pasado común, donde convergen la identidad y la diversidad de nuestros pueblos, tanto en lo cultural, en lo político como en lo social. En él ha quedado consignado, con sus luces y sombras, buena parte de la experiencia y de la memoria colectiva de los habitantes de la región: los largos y dolorosos siglos de la dominación ibérica, la turbulenta búsqueda por establecer gobiernos independientes en el siglo XIX, y la irrenunciable demanda por una vida más justa y democrática a lo largo del siglo XX. 

Sus bibliotecas, memoria de la cultura latinoamericana - cultura con frecuencia olvidada e ignorada en el mundo occidental -, deben dar a conocer este inestimable patrimonio bibliográfico y documental no sólo a la comunidad iberoamericana sino al mundo globalizado, mediante proyectos de cooperación y el uso de las nuevas tecnologías de la información. Será sólo a través de ese conocimiento y de su difusión, que se logrará por parte de la sociedad la apropiación de este valioso patrimonio, que constituye fuente de identidad de nuestros pueblos e inspiración para enfrentar los desafíos de un futuro pleno de incertidumbres. 

Un pasado común.

América Latina tiene un pasado de afinidades históricas y culturales sobre el cual ha construido su particular identidad. Justamente el incalculable valor del patrimonio bibliográfico y documental de América Latina reside en que representa un insoslayable testimonio de esa trama de experiencias compartidas. Dentro de la pluralidad y riqueza de sus expresiones culturales, un lugar preferencial lo ocupa la cultura escrita, el libro. 

A lo largo de los tres siglos de la Colonia, los países latinoamericanos vivieron la mezcla de las culturas autóctonas con la cultura ibérica (y en algunos casos, también, con etnias provenientes del continente africano). Todo lo anterior dio como resultado una trama cultural con una singularidad y vitalidad únicas. Más tarde, la lucha por la independencia política y cultural llevó a los latinoamericanos a abrirse a la influencia europea - en especial, la francesa -, impregnándose de corrientes intelectuales como lo fueron en su momento la Ilustración y el positivismo. A lo largo del siglo que culmina, nuestras naciones han sido actores de procesos marcados por la esperanza y la frustración, muchas veces bajo el signo de tensiones y conflictos intensos, impulsados por el afán de construir una sociedad más justa, democrática y libertaria. 

La historia del libro latinoamericano registra en buena medida ese apasionante devenir donde residen las claves y el fundamento de nuestra identidad. Y no se trata de una historia breve. 

Los primeros antecedentes del libro en América Latina remiten a las producciones pictográficas prehispánicas -los célebres códices, que en México alcanzaron un notable desarrollo -, y que constituyen bellos y expresivos testimonios de las culturas autóctonas y de su visión del mundo. Tales códices pervivieron durante gran parte de la Colonia, siendo usados tanto por el poder religioso y por el poder político -recordemos el hermoso Códice Mendocino- como medio de comunicación con la población indígena. 

La introducción de la imprenta en el Nuevo Mundo, su desarrollo y expansión constituye un episodio fascinante; no sólo porque, a pesar de las distancias, la imprenta tempranamente se consolidó en las precarias urbes latinoamericanas, sino también porque progresivamente, en medio de un continente en gran parte desconocido, se fue urdiendo un circuito de colaboraciones cuyo resultado al cabo de breves décadas fue un importante caudal de impresos, muchos de ellos notables en su contenido y materialidad. 

La primera imprenta que conoció América fue establecida en la Nueva España a solicitud del primer virrey, don Antonio de Mendoza y del primer obispo, Fray Juan de Zumárraga. Así, en 1539 se imprimió, en la ciudad de México, el primer libro americano, realizado por Juan Pablos, representante del principal impresor sevillano Juan Cromberger. Le siguieron otros impresores, entre ellos Antonio Ricardo, quien imprimió 10 libros en México, y que en 1580 se trasladó a Perú para establecer la imprenta en la Ciudad de los Reyes, actual Lima, a solicitud de los jesuitas para satisfacer la demanda de libros que comenzaba a requerir la ciudad, que ya contaba con la Universidad de San Marcos. 

En el siglo XVII, un impresor de la ciudad de Puebla (México), José de Pineda Ibarra, funda la imprenta en Guatemala el año de 1660. En los inicios del siglo XVIII, en 1705, los jesuitas introducen la primera imprenta en Paraguay para traducir al guaraní obras religiosas. Casi en los mismos años, 1707, la imprenta se establece en La Habana y en 1720 en Oaxaca. 

De esta manera, la imprenta y el libro acompañaron a los españoles a lo largo de los tres siglos de su dominio, en todas sus colonias, tanto para evangelizar a los naturales como para apoyar sus acciones de gobierno. Sin embargo, hacia finales del siglo XVIII y a principios del siglo XIX, la imprenta y el libro comienzan a jugar un papel muy diferente : como instrumento, primero, de las élites ilustradas y, más tarde, de la masa ciudadana, para materializar sus propósitos independentistas que estallan con singular intensidad en las primeras décadas del siglo pasado. La historia del libro brasileño conforma una historia aparte: al trasladarse la corte portuguesa a Brasil ante la invasión de las tropas napoleónicas, la Imprenta Real y la Biblioteca Real, más tarde la Biblioteca Nacional de Brasil, son también transferidas al Nuevo Mundo. 

En todos los casos, la producción bibliográfica de aquellos siglos expresa la compleja sociedad y la cultura que les dio vida. Muchos de los libros reflejan la cultura renacentista de la conquista y más tarde la cultura europea de los siglos XVII y XVIII. En un principio, la mayoría de los libros eran de carácter religioso, promovidos por una Iglesia que si bien, por un parte, apoyaba las instituciones educativas, por otra, limitaba y censuraba con rigor la circulación de la palabra impresa que atentaba contra el ordenamiento católico de la sociedad. Pero las prensas latinoamericanas también abarcaron otros géneros y disciplinas. Entre su producción se cuentan vocabularios y gramáticas de las etnias autóctonas, obras jurídicas, libros de medicina, de botánica y textos literarios y de filosofía. 

En general, la vida cultural en América Latina, durante la Colonia, fue muy intensa, especialmente en los dos países - México y Perú -que tempranamente contaron con prestigiadas universidades, y en los que se requirieron los servicios de la imprenta para tesis, obras literarias, musicales, científicas y técnicas para satisfacer las necesidades de las élites educadas. ( The Book in the Americas p. 3) 

En el siglo XVIII, la imprenta sirvió también para llevar la información a un público menos erudito al iniciarse la publicación de gacetas y periódicos, fenómeno que se acrecentó en el marco de los movimientos de independencia, en el cual los periódicos jugaron un papel muy importante para apoyar tanto a los bandos insurgentes como realistas. 

Durante el siglo XIX, después de lograr la independencia, en muchos países se ignoró o se dio la espalda a la herencia cultural de la Colonia, lo que más tarde tuvo consecuencias muy negativas para la preservación de su patrimonio cultural, en especial del bibliográfico y documental. 

Los países latinoamericanos, unos más que otros, han compartido también o han sufrido de la misma manera el éxodo y la migración de sus bienes culturales impresos. Basta recordar las numerosas bibliotecas y obras sueltas que durante la segunda mitad del siglo XIX y primeras décadas del XX salieron, legal o ilegalmente, de cada país y ahora se encuentran en las bibliotecas tanto públicas como privadas de Europa y de los Estados Unidos. Alfonso Reyes decía: "¿Para que contar las vergonzosas sustracciones que han padecido algunos depósitos nacionales? ¿Para que contar la fuga de todos conocida, del caudal paciente y sabiamente hacinado por Genaro García en México o por Oliveira de Lima en Brasil?" (Reyes, p. 13) 

Como ejemplo, las pocas hojas del Manual de adultos, el impreso más antiguo de América que se conserva, están en la Biblioteca Nacional de España. Las dos copias conocidas del primer impreso peruano: La pragmática sobre los diez días del año, se encuentran en la Biblioteca Nacional de España y en la biblioteca John Carter Brown de la Universidad de Providence, en los Estados Unidos. En la Biblioteca Benson de la Universidad de Texas en Austin, existen más impresos mexicanos del siglo XVI que en la Biblioteca Nacional de México. Es verdaderamente sorprendente que el manuscrito original de uno de los textos más emblemáticos de la naciente cultura mestiza latinoamericana, la Nueva Crónica y Buen Gobierno de Felipe Guamán Poma de Ayala, haya sido "descubierto" en 1998 en la Real Biblioteca de Copenhague. 

Paradójicamente, es también en la segunda mitad del siglo XIX, cuando se inicia e incrementa el interés por la producción bibliográfica colonial en la América Hispana, lo que motiva a prestigiados estudiosos de todo el continente a dedicar su tiempo y su dinero al estudio y rescate de ese patrimonio. En México, fue notoria la obra de Joaquín García Icazbalceta, al tiempo que el chileno José Toribio Medina recorrió varios países de América Latina y de Europa para recopilar la producción de la imprenta latinoamericana en esos países. En esos términos, y gracias a la visionaria tarea de estos bibliógrafos, no debe llamar tanto la atención, por ejemplo, que la única colección completa identificada hasta la fecha de El Despertador Americano, primer periódico insurgente de México, se conserve en la actualidad en Santiago de Chile y no en Guadalajara, ciudad donde fue impreso. 

En el siglo XIX siguieron estableciéndose las imprentas en todos los países de la región y la publicación de libros, revistas y diarios se incrementó considerablemente. Surgieron las publicaciones oficiales y el periodismo moderno, multiplicándose las publicaciones informativas, políticas, literarias, científicas y miscelánicas, muchas de ellas con iconografía y grabados de alto valor estético -. 

En la primera mitad del siglo XX, se instalan pujantes editoriales públicas y privadas que difunden nuevos libros y revistas así como libros de texto, carteles, folletos, volantes, libros y revistas para niños. En algunos países como México, la producción editorial gubernamental comienza a tener gran importancia. Igualmente emerge la producción bibliográfica de las universidades y se organizan las primeras ferias del libro. En Argentina y México inician sus actividades importantes casas editoriales, algunas de las cuales hasta el día de hoy existen. Este auge editorial tiene un notorio incremento, primero en Argentina, en la década de los cincuenta, y posteriormente en México, en los años sesenta, país que hacia esas fechas se convierte en el mayor productor editorial de América Latina. En la actualidad, Brasil es el mayor editor de la región. 

Además del incremento de las publicaciones impresas, aparecen otras formas de transmitir el saber y de comunicar; en particular, los materiales audiovisuales y las películas comienzan a adquirir una centralidad creciente. En años recientes, la región incorpora los nuevos recursos de la tecnología electrónica y digital , proceso que se ha intensificado en el último tiempo. 

Un presente semejante. 

Como puede verse, el patrimonio bibliográfico y documental de América Latina es muy vasto, variado y de una gran riqueza. Por tanto la tarea de preservarlo y difundirlo es amplísima. Está conformado de manuscritos, libros impresos en Europa y América, diarios, revistas, fotografías, mapas partituras, grabados, folletos, videos, discos, etcétera. Comprende desde los códices mexicanos prehispánicos y los primeros impresos coloniales hasta las publicaciones digitales de los años recientes. Todo este gran acervo patrimonial se encuentra disperso tanto en las bibliotecas nacionales que recibieron el legado de las bibliotecas coloniales, como en las bibliotecas universitarias, en las bibliotecas públicas-- grandes y pequeñas-, así como en las bibliotecas privadas, especializadas y de bibliófilos y en los lugares menos pensados. 

En todos esos espacios, este patrimonio está en permanente y constante formación. Los escritos de hoy enriquecerán la memoria del futuro. No olvidemos que la memoria es una dimensión dotada de una singular vitalidad, que permite re-construir y re-crear el pasado de manera siempre diferente, abriendo por esa vía, nuevas lecturas del pasado y del presente, y ofreciendo inéditas perspectivas y claves para comprender y reelaborar nuestra identidad. 

En el caso de América Latina, por la amplitud, diversidad y riqueza de su patrimonio bibliográfico, la tarea de preservarlo y difundirlo representa uno de los mayores desafíos que debemos enfrentar sin dilación alguna. 

Sin embargo, a la hora de hacer un balance de estado de nuestra cultura patrimonial, específicamente en el ámbito bibliográfico y documental, el saldo dista mucho de ser alentador. En rigor, debemos partir de un constatación elemental: todavía el patrimonio que conservan nuestras bibliotecas no ha sido reconocido y valorado en la medida y con la prioridad requerida y necesaria para preservar sus colecciones, a diferencia de lo que está sucediendo, ahora más que nunca, en los países desarrollados. En este campo también adolecemos de un gran rezago. Debemos reconocerlo: en nuestros países la preservación del patrimonio no ha tenido el rango ni la importancia que le es concedido en otras latitudes. 

Por ejemplo, en las naciones desarrolladas de Europa, se han incrementado notablemente las actividades relacionadas con la preservación: se ha despertado una mayor conciencia sobre el valor de las colecciones patrimoniales, se han establecido secciones de preservación en las bibliotecas, se implementaron programas de formación de personal calificado, las publicaciones tanto impresas como electrónicas sobre el tema han aumentado notoriamente; también la investigación, la adopción de normas, los programas cooperativos, los congresos y conferencias se desarrollan en forma sostenida e intensiva.(Lyall p. 43) 

En general, en América Latina el panorama es mucho más adverso. Si bien en el último tiempo han tenido curso promisorias iniciativas, tanto a nivel nacional como regional, en la mayoría de nuestros países no logran tomar forma y consolidarse planes nacionales de preservación documental. Básicamente tres razones han conspirado para ello: en primer lugar, la ya consabida escasez de recursos que afecta a gran parte de la región; en segundo lugar, la carencia de profesionales, conocimientos y experiencias requeridos para encarar los desafíos que demanda la preservación del patrimonio bibliográfico y documental; en tercer lugar, la débil e inconstante presencia de proyectos y programas cooperativos, no sólo al interior de cada país, sino también de la región en su conjunto con países que han desarrollado exitosas políticas de preservación de su patrimonio bibliográfico y documental. 

También ha contribuido a esta situación el hecho de que la noción de patrimonio cultural, en América Latina, estuviese más asociada a los monumentos arqueológicos, arquitectónicos y a las colecciones de museos que a los fondos bibliográficos y documentales. 

Empero, la globalización cultural que marca este fin de siglo ha promovido que, en estos últimos años, América Latina adquiera una mayor conciencia y sensibilidad respecto a su patrimonio bibliográfico. 

En esa línea, la Asociación de Bibliotecas Nacionales de Iberoamérica (ABINIA) ha desarrollado una serie de proyectos encaminados al rescate del patrimonio documental de la región, entre los que se cuenta el Catálogo de los Fondos Antiguos de las Bibliotecas Nacionales de Iberoamérica (Novum Registrum), la Biblioteca Digital de América, el Rescate de la Prensa, el Catálogo Colectivo de Microfilmes, el Catálogo de Incunables, y otros. 

Sin embargo y a pesar de su importancia y significación, en la mayoría de los casos, estos proyectos y otras iniciativas que han tenido curso en la región, no han contado aún con la influencia necesaria para traducirse en políticas institucionales y nacionales permanentes, tanto en el plano de la preservación y puesta en valor, como en la difusión de las valiosas colecciones patrimoniales que conservan nuestras bibliotecas. . 

El escenario es aún más complejo, en la medida en que las bibliotecas de América Latina, al igual que las del resto del mundo, están viviendo el cambio de las formas de transmitir el conocimiento; además del libro y del impreso tradicional en papel, tienen que enfrentar el problema de la preservación de las publicaciones electrónicas, que en el caso de las obras de referencia y el de las publicaciones periódicas científicas y técnicas alcanzan ya un alto porcentaje. 

En síntesis, América Latina enfrenta el gran desafío, en un momento de transformaciones culturales decisivas, de definir y consolidar una política coherente, consistente y sostenible en el tiempo respecto a uno de sus activos más valiosos: su patrimonio bibliográfico y documental. 

Un futuro compartido. 

La similitud del desarrollo cultural de América Latina, con sus debilidades y fortalezas, ofrece, sin embargo, la posibilidad de diseñar una estrategia común y coherente para preservar, poner en valor y difundir su valioso patrimonio bibliográfico y documental. 

Esta estrategia debe sustentarse, en nuestra opinión en tres premisas operativas básicas. En primer lugar, aprovechar al máximo las fortalezas y experiencias ganadas tanto a nivel nacional como regional en América Latina en todo lo que concierne al patrimonio bibliográfico. Segundo, disponer esas fortalezas y experiencias para ampliar, profundizar y dinamizar la acción cooperativa tanto entre instituciones y países de la región, como también entre la región y los países desarrollados. Tercero, privilegiar el liderazgo que pueden y deben jugar las bibliotecas nacionales para impulsar y promover la acción cooperativa, tanto al interior de cada país como a nivel regional e interregional. 

Si bien sabemos que en cada país el desarrollo bibliotecario y el electrónico siguen caminos y ritmos propios que responden a hábitos culturales y a situaciones políticas y económicas específicas, la atención al patrimonio bibliográfico y documental nacional exige que las bibliotecas tengan la capacidad de abrirse a programas y proyectos cooperativos con otras instituciones y países, lo que redundará no sólo en optimizar sus recursos profesionales y tecnológicos, sino que las habilitarán para avanzar en la meta prioritaria, cual es articular una política nacional y regional para su patrimonio bibliográfico. 

En buena medida, esta iniciativa debe ser encabezada -aunque de un modo no exclusivo ni mucho menos excluyente - por las bibliotecas nacionales. Pues son las bibliotecas nacionales las que habitualmente están en mejor posición para canalizar programas de cooperación e intercambio profesional y proyectos que tengan como eje las nuevas tecnologías de la información. También son ellas las que poseen mayor capacidad de convocatoria para establecer - en conjunto con las restantes bibliotecas del país - políticas y planes nacionales de preservación, acceso y conservación del patrimonio bibliográfico y documental. 

El liderazgo de las bibliotecas nacionales en la constitución de redes cooperativas en torno a las colecciones patrimoniales nacionales y regionales, resulta tanto o más prioritario en la medida que, en la actualidad, la tecnología ofrece la posibilidad de acceder de manera más eficiente a las colecciones patrimoniales por medio de catálogos colectivos en línea, que facilitan también el intercambio de catalogación e información de ese patrimonio, así como el uso de los documentos digitalizados. 

Debemos partir del principio de que no se puede preservar o proteger lo que no se conoce, y que para conocer el patrimonio bibliográfico y documental de una institución, de una localidad o de un país, es necesario su registro en un catálogo o inventario, que es requisito indispensable para su valoración, difusión y protección. 

Sin embargo, contar con catálogos institucionales, locales o nacionales, no es tarea fácil ni individual. Por eso es necesario pensar en la cooperación, en la conjunción de esfuerzos. La cooperación es compleja y no siempre es fácil lograr la colaboración de las diferentes instituciones que trabajan en este campo. Pero existen ejemplos de proyectos cooperativos que confirman esa voluntad de crear esos instrumentos de conocimiento y acceso porque todos los participantes son beneficiados. 

Desde esta perspectiva, las bibliotecas nacionales podrían buscar la formación de una base de datos que funcione como 

  • catálogo colectivo nacional del patrimonio bibliográfico 
  • fuente de consulta para la investigación y para la sociedad en general 
  • componente para la formación de otros catálogos 
  • normalización de los registros en formato MARC y las normas ISBD(A) 
  • acceso a los documentos digitalizados 
En esos términos, y con el apoyo de las nuevas tecnologías, el patrimonio bibliográfico dejaría de ser elitista y podría estar a disposición de todos los interesados mediante su traspaso a soportes de consulta eficientes y de fácil acceso. Ahí reside el factor determinante para que el patrimonio bibliográfico y documental alcance un pleno sentido y proyección social, y opere como un dimámico fermento para la creación cultural de América Latina del presente y del futuro. 

Con este enfoque, todo avance en los proyectos de catálogos colectivos del patrimonio bibliográfico nacional, facilitaría la integración de una base de datos iberoamericana que informe sobre el patrimonio bibliográfico y documental de la región. 

La incursión en el mundo de la cooperación y el electrónico conlleva la necesidad de formación de personal altamente especializado en el manejo de las nuevas tecnologías y del material especial que conforma el patrimonio bibliográfico. Esa formación debe ser continua por el carácter cambiante de la tecnología y también por los avances en las técnicas de conservación y restauración. 

El libro nos ha unido a lo largo de nuestra historia. Ahora los nuevos productos electrónicos y las tecnologías de la información pueden permitirnos un mayor acercamiento y conocimiento de nuestro valioso patrimonio y colocar el patrimonio bibliográfico y documental de la región dentro de la sociedad de la información. Sin esta tecnología, el proyecto de UNESCO Memoria del Mundo, no hubiese sido posible. América Latina quiere participar de la mejor forma en ese proyecto, porque su memoria y su pasado es indisociable de la memoria y del pasado de todos los seres humanos que habitan este planeta. Por eso buscamos nuevos y más eficientes caminos para recuperar, preservar y difundir nuestro patrimonio bibliográfico. 

En definitiva, lo que proponemos es enfrentar los desafíos que los tiempos nos plantean para re-apropiarnos en plenitud de aquello que nos es más propio: nuestra memoria, nuestro pasado y nuestra identidad , cuyos signos más frágiles y poderosos están consignados en la infinidad de libros e impresos que conservan nuestras bibliotecas. 

Decíamos al comienzo de esta ponencia, que el valor y riqueza del patrimonio bibliográfico latinoamericano obedece a su diversidad y a su naturaleza eminentemente plural. Representa una extensa trama de textos, urdida a lo largo de más de cinco siglos, por hombres y mujeres de la más variada condición y posición, que registra la creación, los conocimientos, experiencias, sueños, alegrías y dolores, de todos los pueblos de América Latina. Ha llegado la hora de que esa extensa trama de textos sea rescatada del olvido, que deje de ser una propiedad congelada de ciertas élites, y que por fin entre en posesión de todos los habitantes de esta región, sin exclusión alguna, para que cada uno de ellos siga poblando de signos este continente que constituye nuestra morada. Sólo así seremos fieles a la herencia y al sentido de todos aquellos que han contribuido a través de los siglos a la formación de tan inapreciable patrimonio, tal como lo expresara con bellas y lúcidas palabras Pablo Neruda." Cada uno de mis versos quiso instalarse como un objeto palpable, cada uno de mis poemas pretendió ser un instrumento útil de trabajo, cada uno de mis cantos aspiró a servir en el espacio como signo de reunión donde se cruzaron los caminos, o como fragmento de piedra o de madero en que alguien, otros, los que vendrán, pudieran depositar los nuevos signos"

Obras consultadas

  • La Biblioteca Nacional miembro de la Asociación de Bibliotecas Nacionales de Iberoamérica (ABINIA)

  • http://www.bne.es/esp/abinia.htm
  • The Book in the Americas… Catalogue of an Exhibition by J.G. Johnson. Providence: J. Carter Brown Library, 1988, 117 p. 
  • Conway, P. Preservation in the Digital World. Washington: The Commission on Preservation and Access, 1996 24 p. 
  • Eden, P. Et alt. Developing Method for Assesing Preservation Needs in Libraries. Lib. Managment v. 20, no. 1, 1999 p. 27-34 
  • Fernández, I. La sociedad de la información en América Latina y el Caribe. Estrategia regional 2000-2001. Ponencia presentada en el Coloquio Internacional del CUIB. México, 1999 (en prensa) 
  • Fernández de Zamora, R.M. El acceso al patrimonio bibliográfico de México. La información en el inicio de la era electrónica. México: UNAM.CUIB, 1998 p. 182-225 
  • Hoch, Ph. La conservation du patrimoine écrit, un défi permanent. BBF v.44, no. 4 p. 92-94 
  • Lyall, J. National Preservation Programmes: Such Stuff Are Made on. IFLA Journal v. 24, no. 1, 1998 p. 42-48 
  • Masse, I. Le coûts de la conservation et la valorisation du patrimoine. BBF v.44 no. 5 p. 88-89 
  • México un libro abierto. Memoria. Feria Internacional del Libro de Frankfurt. Dirección general Eugenia Meyer. México:CNCA, 1992 211 p. 
  • Reyes, A. Imágenes del libro. Bajo el signo del libro. México: 1946. p 11-14 
  • Patrimoine écrit. Patrimoine vivant. Régles élèmentaires pour la conservation et valorisation des documents patrimoniaux. Paris: Fédération francaise de cooperation entre bibliothèques, 1998. 48 p. 
  • Smethurst, M. The Consortium of European Research Librarie (CERL) Alexandria v. 11, no. 3, 1999 p. 149-160 
  • Testimonios. Cinco siglos del libro en América. Caracas- Madrid 1992. Madrid:Sociedad Estatal Quinto Centenario, 19992. 340 p. 

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